Ya sea que una relación acabe bien o acabe mal, el reencontrarse con uno mismo es de los momentos más cruciales en la vida. Te empiezas a cuestionar qué era lo que hacías antes, cuáles eran tus intereses, tus deseos y tus sueños. Sencillamente cuando estás en una relación tu vida empieza con la del otro e, incluso, creas una realidad que depende y se basa en el otro para realizarla, pero, cuando termina, sientes un gran vacío no sólo por haber perdido a esa persona, sino también porque te enfrentas a la cruda verdad: Quién eras tú antes de él/ella.
No quiero que se me malinterprete. Por supuesto que una relación basada en la dependencia es sumamente tóxica y no tiene buen augurio para ser exitosa. Pero la verdad es que, a más tiempo que pasas con alguien, más te acostumbras. Se vuelve parte de tu rutina, de tu vida, de tu tiempo y de tus prioridades. De tus decisiones y de hasta tus proyecciones. Querer que la otra persona tome un lugar en tu corazón no es malo, pero ¿Qué haces con todo ese espacio cuando ya no está más?
Según la psicóloga conductual británica, Jo Hemmings, «Una mala ruptura te hará pasar por cinco etapas de duelo: negación, ira, negociación, depresión y aceptación»
Superar a alguien es un desafío con todas las letras, y pasar por todas estas etapas es de por sí un viaje lleno de aprendizaje. El promedio de tiempo que a una persona le toma sentirse más positiva con respecto al final de su relación es de once semanas. No es algo científico, definitivamente. Y tengo que decir que el tiempo que me tomé yo fue mucho, mucho más.
Las personas que sufren más son las que se lo toman muy personal. Son las que sienten que la otra persona se ha llevado gran parte de ellos mismos. Las personas que tienen la creencia de que la gente no cambia tienden sufrir aún más tras una pérdida porque sienten que no pueden hacer algo para recuperarse de ella.
Como sea que te identifiques con esas características, lo que es innegable es el dolor. Y sí, sufrir es opcional, pero es una de las opciones más escogidas. Para mí, no hay mejor idea que darte un tiempo para regodearte en ese dolor. Siéntelo, vívelo, porque todo lo que estás experimentando en ese momento es puro, puro amor.
Por supuesto que mi regocijo por excelencia era (y es) escribir. Poesía dura y cruda, salida del alma rota y escrita en noches realmente devastadoras. Pero lo que más me ayudó a superar poco a poco fue llevar un diario. Una pequeña libreta donde podía vomitar todos esos sentimientos que cargaba. Amor, desamor, desilusión, dolor, ira, soledad.
Una vez escriba todo eso, me sentía más ligero. Empecé a darme cuenta de que tal vez, esos sentimientos eran tan pesados para cualquiera, que era mejor soltarlos poco a poco.
Luego cambié todo. Porque todo me recordaba a él. Una vez que cambias las cosas de lugar y pintas las paredes, es recién ahí que sientes que puedes quedarte en tu propia habitación.
Y luego viene la mejor parte, la parte que aún gozo y adoro.
E n c o n t r a r t e

Sanar una ruptura es un desafío paradójico y muy difícil por su simplicidad, pero ese truco mágico que nos ayuda a seguir adelante es: Recordar que eres digno de recibir amor y saber que, con el tiempo, lo volverás a encontrar.
Y hasta que lo vuelvas a encontrar, encuéntrate. ¿Qué tanto crees que puedes cambiar y qué tanto crees que ese cambio depende de ti? Explora tus fortalezas. Recuerda que aún mientras experimentas el dolor de la pérdida, tienes que seguir haciéndote cargo de ti.
No fracases añorando el pasado, temiendo al futuro y olvidándote de ti. No vivas desde el dolor. Reinvéntate. Reflexiona. Medita y piensa. Ya no eres la persona que fuiste antes de la relación, tampoco eres la que estuvo en esa relación. Y eso es m a r a v i l l o s o.
Piensa entonces quién quieres ser (a partir de que esta relación ha terminado) porque frente a ti tienes al resto de tu vida. Mira al futuro, no lo niegues. No invalides lo que sientas tampoco. Por eso el paso número uno es muy importante. Caramba, si tienes que llorar, ¡LLORA! Porque quizá todavía no sabes cómo, pero mantén la creencia de que vas a salir de esto, que vas a estar bien y que eventualmente podrás rehacer tu vida emocional con alguien que entienda el amor y las relaciones como tú lo haces.
Y si sientes que es mucho, que esta batalla es muy grande para tu espada, busca propuestas que te ayuden a comprender y a movilizar tus recursos internos. Descubre algún buen libro sobre el tema, un taller enfocado en tu problema o psicoterapia individual.
Y cuando descubras esa risa, esa calidez, ese gozo que es estar contigo, a solas, bailando en tu cuarto, brindando por tu camino, por todo lo que has recorrido y por todo lo que vas a recorrer, es ahí cuando el sol nunca dejará de brillar.
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