Un estudio que tomó datos del coeficiente intelectual de los niños desde 1938 hasta el 2008 determinó una constante que ahora conocemos como “El efecto Flynn”, resultados que indican que existe un incremento notable de IQ generación a generación, en resumen, los hijos son más inteligentes que los padres y así sucesivamente en un esperanzador y hasta prometedor futuro.
Pues bien, el otro día leí un artículo de la BBC que me dejó profundamente preocupado, la premisa era la siguiente: Los jóvenes de hoy son la primera generación de la historia con un coeficiente intelectual más bajo que la anterior.
¿Por qué retrocedimos? ¿Qué les hemos hecho a nuestros niños? ¿Qué hicimos mal? y sobre todo, ¿Qué le hemos hecho a nuestro futuro?
El neurocientífico Michel Desmurget (Lyon, 1965), director de investigación en el Instituto Nacional de la Salud de Francia, escribió en su libro “Los cretinos digitales” una serie de datos duros y contundentes sobre cómo la tecnología, y precisamente los dispositivos digitales, está socavando de manera grave, el desarrollo neuronal de nuestros niños y jóvenes.
“El tiempo que se pasa ante una pantalla por motivos recreativos retrasa la maduración anatómica y funcional del cerebro»Michel Desmurget
Es que no hay nombre, no hay nombre para catalogar el terrible daño que le estamos haciendo a los hijos del mundo. A más tiempo ante la pantalla, menos es la calidad y cantidad de las interacciones intrafamiliares, piezas clave y fundamentales para el desarrollo del lenguaje y el desarrollo emocional.
Más tiempo ante la pantalla, es menor tiempo dedicado a otras actividades recreativas, más interrupciones del sueño, degradando el ciclo recomendable de descanso. Más tiempo ante la pantalla es mayor estimulación, llegando a la “sobreestimulación” de la atención, provocando trastornos de concentración, aprendizaje, impulsividad e incluso, impedir al cerebro desplegar su potencial.
Más tiempo en pantalla fomenta un estilo de vida sedentario, con poco desarrollo corporal y madurez cerebral. Ante la pantalla, ahora, le estamos haciendo todo esto a nuestros niños.
“El problema con las pantallas recreativas es que alteran el desarrollo del cerebro de nuestros hijos y lo empobrecen“Michel Desmurget
Michel Desmurget clasificó los tres tipos de “pantallas” a los que sumergimos a nuestros infantes: la televisión, que sigue siendo la pantalla número uno en todas las edades (películas, series, clips, etc.); luego los videojuegos (principalmente de acción y violentos), y finalmente, en torno a la adolescencia, un frenesí de autoexposición inútil en las redes sociales.
Es por eso que propone involucrar y reeducar a los niños sobre el uso de lo digital, como por ejemplo, empezar siendo honestos y compartir que el uso de estas pantallas recreativas dañan el cerebro, perjudican el sueño e interfieren con la adquisición del lenguaje. Como padres, entender que cuanto antes nuestros niños estén expuestos, mayores serán los impactos negativos y el riesgo de un consumo excesivo posterior.
Medidas en algunos países de Asia ante esta problemática
Taiwán, por ejemplo, considera que el uso excesivo de pantallas es una forma de abuso infantil y ha aprobado una ley que establece fuertes multas para los padres que exponen a niños menores de 24 meses a cualquier aplicación digital y que no limitan el tiempo de pantalla de los chicos entre 2 y 18 años.
En China, las autoridades han tomado medidas drásticas para regular el consumo de videojuegos por parte de menores: los niños y adolescentes ya no pueden jugar de noche (entre las 22 horas y las 8 horas) ni exceder los 90 minutos de exposición diaria durante la semana (180 minutos los fines de semana y las vacaciones escolares).
Desmurget no es para nada esperanzador al finalizar su análisis, habla de un futuro segregado y una brecha social invertida entre los que no tuvieron acceso a la tecnología (ahora no privilegiados) como el grupo social predominante, porque buscaron alternativas y desarrollaron de manera enriquecedora su cerebro, y los que tuvieron la exposición a las pantallas (ahora privilegiados) como el grupo social inferior, que requerirá de asistencia robótica y se divertirá hasta morir, literalmente.
