Los jóvenes del Perú ya no somos el futuro, somos el presente. Somos esa generación de cristal, sí. Esa que se rompe, quiebra y se parte en miles de pedazos astillados por la desigualdad, por la opresión y por el abuso de autoridad de las personas que nos deberían proteger, pero también somos esa generación que se reconstruye, que renace, que convierte todo ese dolor, todo ese rechazo, en fortaleza. Somos los que recolectan cada uno de esos pedazos, cada uno de esos hermanos caídos y heridos, somos los que saben que unidos somos invencibles.

Somos los que aparentemente no nos interesa la política, pero que en un día leemos, investigamos, escuchamos y aprendemos. Somos los que levantan la voz por los que ya no pueden ser escuchados. Somos la generación despierta. Somos el canto de lucha y de pie en las noches más oscuras. Somos el himno, la bandera, la patria.

Somos el Perú. Cansado, dolido, pero nunca derrotado. Somos los que van a marchar cinco, seis, siete días seguidos. Somos los que organizan, coordinan, difunden y apoyan. Somos los que llaman “adictos al celular” pero que lo usan como herramienta para informar. Para aprender. Para despertar. Somos los reporteros ciudadanos. Somos no solo el primer, segundo o tercer poder del Estado, nosotros somos el poder. Somos los que lloran a sus compatriotas como hermanos, como padres, como hijos. Somos los que secan esas lágrimas y buscan justicia. Somos los que no pueden ser silenciados. Los que hablan aún amordazados. Los que se levantan ante el gas, ante los perdigones y hasta ante sus sucias canicas.

Somos los que unen verdaderamente a la costa, sierra y selva. Y si hoy somos este presente, no puedo esperar a ver nuestro futuro.

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